jueves, 31 de diciembre de 2020

CAPÍTULO 7

 



Olvidándome de mostrarme tan encantador como de costumbre con una mujer con la que mis encantos no servían, sonreí con ironía a unas palabras que me hacían daño y me dispuse a ser tan duro con Paula como ella lo había sido conmigo, por lo que dejé atrás el papel de príncipe encantador para representar el único que quería mostrar en esos instantes, que no era otro más que el de villano, para que mis palabras le hicieran tanto daño como me había hecho ella con su desconsiderada opinión.


—Unas críticas muy duras, ¿no te parece? Veamos si eres capaz de aguantarlas con la misma despreocupación con que se las lanzas a otros — dije arrebatándole el guion que tenía entre las manos y que llevaba su nombre.


A continuación cogí prestado el bolígrafo que Gustavo siempre llevaba en el bolsillo para modificar sus escritos en cualquier momento en que le viniera la inspiración y lo acerqué al documento. Pero, al mirarla mientras sostenía el bolígrafo, me percaté de que en realidad a ella no le importaban en absoluto las críticas que yo le dirigiera, así que decidí dejar esa tarea en unas manos más críticas y, tal vez, más sinceramente crueles que las mías: para asombro de Paula, le entregué el guion y el bolígrafo a Gustavo, y éste no me decepcionó cuando le devolvió el guion a la chica, lleno de círculos rojos y algún que otro tachón.


—¡Ah! Por lo que veo, tu trabajo tampoco es perfecto —apunté socarronamente mientras se lo tendía de vuelta con una sonrisa burlona y unas aleccionadoras palabras—. Antes de perder el tiempo mirando y señalando las carencias de otros, ¿por qué no corriges tus propios defectos? Sin un guion adecuado, los actores siempre serán pésimos. Y te recuerdo que es el guionista el que tiene que intentar llegar al corazón del público con sus personajes y su historia y, con esto, tú no llegarías a nadie. Ni siquiera con el mejor actor del mundo representando el papel principal.


Cuando sus manos me arrebataron el guion, en esta ocasión no se mostraron tan firmes, y sus ojos no me miraron con furia. O, si lo hacía, esa furia se diluía entre sus lágrimas. Aun así, no me desdije ni me disculpé, porque ella solamente había recibido un poco de lo que merecían sus despreocupadas palabras al criticar tan alegremente el trabajo de otros.


—Sigues siendo pésimo al interpretar el papel de enamorado… — insistió la muchacha, enfrentándose de nuevo a mí para luego mirar su trabajo y las correcciones que había recibido de manos más expertas que las suyas—. Aunque como villano eres inigualable —dejó caer antes de limpiarse las lágrimas y alejarse corriendo.


—Gustavo, sólo tú eres capaz de hacer llorar a un monstruo —dije burlonamente, aludiendo al aspecto de Paula.


—No, amigo mío: eso lo has hecho tú solito cuando has dejado de actuar y has sido simplemente tú mismo —manifestó él, demostrándome que siempre veía más allá de mi actuación—. Creo que es la primera vez que te veo hacer llorar a una mujer, pero también será la primera que te vea pedir perdón por ello, porque sigo queriendo a esa chica para nuestro corto.


—¡No jodas, Gustavo! —exclamé molesto, mesando furiosamente mis cabellos mientras intentaba hacer entrar en razón a mi amigo, aunque tal vez debería haber recordado antes de gastar saliva que él era un hombre muy poco razonable—. ¡Venga ya! ¿Qué tiene esa chica de especial?


—Que cuando estás cerca de ella muestras una faceta más realista de tu verdadero yo, alejada de esa falsa imagen de hombre encantador detrás de la que te escondes, lo que me lleva a sentirme impaciente por ver quién serás mañana. Además, ¿recuerdas? Dijiste que podías enamorar con tus palabras a cualquier mujer, cuando quisieras y donde quisieras… Así pues, vas a demostrarme lo buen actor que eres —declaró con recochineo, recordándome mi propio y desacertado discurso, haciéndome cerrar los ojos de frustración por lo que me esperaba ante la difícil actuación que era mi vida.




No hay comentarios:

Publicar un comentario