Romeo sospechaba que su abuela se la había vuelto a jugar cuando su prometedor recorrido por los estudios para ver el desplome del avión en la conocida película La guerra de los mundos, el legendario motel Bates de la película Psicosis, el decorado de Tiburón o los dinosaurios de Jurassic Park fueron sustituidos por un nuevo casting.
Sabía que Amalia tramaba una de las suyas, pero no fue consciente de lo profunda que era su locura hasta que lo guio hacia una nueva audición en la que no tuvo otra maravillosa idea más que disfrazarlo de niña con un vestido de volantes rosa y una peluca de rubios rizos que le picaba como mil demonios.
Mientras se encontraba en esa comprometedora situación, Romeo rezaba para que ésa no fuera la forma en la que conociera a su padre o a su abuelo.
Después de que acabara esa audición, Romeo estaba decidido a hacer todo lo posible por entretener a su abuela para que no los metiera en algún nuevo lío a él o a su madre. Por lo pronto, sin que ella se diera cuenta, la había apuntado a un programa de viejas promesas del cine para que se divirtiera saliendo en la tele y, para variar, para que lo dejara a él en paz.
Lo peor del casting que acababa de finalizar era que, entre tantas niñas bonitas que se habían presentado, los jueces lo eligieron justamente a él, dejándolo boquiabierto y temiéndose lo peor cuando su abuela comenzó a divagar sobre su carrera, aunque ahora como actriz femenina.
Mientras Amalia hablaba de su maravillosa carrera, mintiendo tan descaradamente como sólo ella sabía hacer acerca de un contrato que de ningún modo se llevaría a cabo, porque ni muerto volvería a ponerse un vestido, él tenía que oír las lenguas viperinas de las niñas que, al ser descartadas, lo miraban con resentimiento. Qué pena que, con lo bonitas que eran todas, en el fondo realmente fueran unas brujas.
—¡No creas que por conseguir este papel vas a llegar a ser famosa! —le dijo una chica morena con voz chillona, haciendo desaparecer el dulce tono que había utilizado en la prueba.
—¡Seguro que tu abuela ha sobornado a los jueces! —apuntó una linda pelirroja, una posibilidad descabellada que Romeo no dudaba que Amalia Chaves habría llevado a cabo… de haber tenido dinero para ello, claro…
—O quizá lo ha hecho tú mamá… —añadió otra niña, mosqueándolo.
—Los jueces están ciegos: cualquiera de nosotras es mucho más bonita que tú… ¡y tenemos mucho más encanto! —declaró una presumida rubia mientras agitaba su melena por encima del hombro, algo ante lo que Romeo simplemente sonrió maliciosamente antes de imaginarse cómo se sentirían todas esas bonitas niñas si supieran que quien las había ganado era un niño.
Harto de las furiosas palabras de esas mocosas malcriadas, Romeo buscó con la mirada una salida para alejarse de esa locura. Y ya se disponía a ir disimuladamente hacia ella cuando sus ojos vieron cómo su madre pasaba corriendo por los pasillos.
Supo que algo le había ocurrido en el instante en que, al pasar por su lado, no se dio cuenta de su presencia, tal vez porque había lágrimas nublando sus ojos. Si tenía dudas de quién era el culpable del dolor de su madre, éstas no tardaron en resolverse al ver al afamado actor corriendo tras ella.
Quizá Romeo no se habría interpuesto en el camino de su padre si Pedro hubiese ignorado a las actrices que se cruzaron en su camino para correr detrás de su madre, pero no: él tenía que perder su tiempo dirigiéndoles falsas sonrisas y halagadoras palabras. Definitivamente, ese hombre no se merecía a su madre, y él estaba muy dispuesto a protegerla hasta que Pedro Alfonso cambiara y demostrara ser el hombre que ella necesitaba.
Sin dudarlo ni un instante, antes de que ese actor volviera a perseguir a su madre, Romeo se cruzó en su camino. Pedro intentó usar bonitas palabras para librarse de él y esa encantadora sonrisa que siempre le funcionaría con cualquier mujer. Qué pena para Pedro que él fuera un chico… Cuando Pedro trató de ir hacia la derecha, Romeo se interpuso en su camino, y cuando intentó ir por el otro lado, Romeo volvió a ponerse delante de él. Finalmente, el actor, un tanto molesto, dejó de actuar.
—No tengo tiempo para esto —dijo disponiéndose a levantarlo del suelo para hacerlo a un lado, momento que Romeo aprovechó para vengarse un poco de ese hombre que había hecho llorar a su madre haciéndolo sudar.
—¡Socorro, que me secuestran! —gritó escandalosamente, utilizando la falsa vocecilla de niña buena que su abuela le había enseñado a poner para el casting.
—Yo… no… ¡Es un malentendido! ¡Sólo quería apartarla de mi camino! —intentó explicar Pedro ante las acusadoras miradas que se dirigían hacia él.
—¡Dijo que si lo seguía me iba a dar un caramelo como premio por haber sido la seleccionada en esta audición, ya que yo era la más bonita! — anunció Romeo en voz alta, mostrando unas falsas lágrimas de las que su abuela no podría haber estado más orgullosa. De hecho, Amalia le sonreía desde un rincón, complacida, mientras observaba satisfecha cómo ese hombre había comenzado a sudar gracias a la imponente actuación de su nieto.
—¡Pero por supuesto que tengo un caramelo para ti! ¡Para ti y para todas las niñas de este casting! Creo que me has malinterpretado: sólo he dicho que te daría una golosina cuando volviera, ya que, de otra forma, no me dejabas pasar —replicó Pedro, tratando de evadirse del aprieto con su encantadora sonrisa.
—¡Quiero mi caramelo ahora! —exigió Romeo imitando a las caprichosas niñas del casting, utilizándolo como una excusa para no dejarlo pasar.
—En cuanto me dejes pasar te traeré el caramelo más dulce que haya. Después de todo, eres una niña muy especial y con mucho talento, ya que, de todas las que se han presentado, tú has sido la elegida para el anuncio — manifestó Pedro dulcemente mientras daba leves palmaditas a la cabeza de Romeo, que miraba cada vez más enfadado a su manipulador padre y comenzaba a comprender por qué su madre no estaba con él.
—¿Se puede saber qué tienes tú de especial? —reclamaron en ese momento las pequeñas arpías a coro. Y como a Romeo no le gustaba demasiado la actuación, pensó que lo mejor era poner fin a la suya.
—¡Que yo tengo pito! —anunció con su voz normal, dejando boquiabiertos a todos los presentes mientras se quitaba la peluca y se la arrojaba a su padre, un padre cuya opinión no le importaba demasiado porque, por ahora, la que él mismo tenía de ese actor no era muy buena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario