jueves, 31 de diciembre de 2020

CAPÍTULO 23

 


Paula escuchó por primera vez con atención los consejos de su madre que antes había desechado y aprendió a cambiar, pero no para gustar a los demás, sino para gustarse a sí misma. Mientras observaba en el espejo del adornado tocador su nueva imagen, una imagen que con sus lacios y negros cabellos y sus ojos verdes nunca igualaría la belleza de Amalia Chaves, supo que siempre oiría detrás de ella esos maliciosos rumores que la compararían con su madre, pero eso ya no la afectaba, pues había aprendido con el ejemplo de su madre que ni siquiera las mujeres más hermosas se libraban de sufrir por amor. Un corazón roto y unas amargas lágrimas, que su madre comprendía mejor que ella, le sirvieron a Paula para acercarse a ella y conocerla mejor de lo que había hecho en años.


—Debes mostrarte hermosa y brillar siempre en escena para opacar a ese actor de pacotilla, cariño.


—Mamá, yo nunca brillaré como tú, y nadie podría tener la atención de la cámara cuando delante de ella aparece ese tipo.


—Tal vez no, pero te equivocas en una cosa: no tienes que conseguir la atención de la cámara, sino la de ese hombre, para que se arrepienta del daño que te ha hecho.


—Mamá, ¿crees en verdad que él se molestará en mirarme dos veces, cuando está siempre rodeado de bellezas?


—Lo hará cuando sepa que eres una belleza a la que no puede alcanzar.


—Mamá, yo no soy hermosa… —dijo Paula, sin poder evitar una vez más compararse con su madre.


—Sí, hija: lo eres —la contradijo Amalia mientras apoyaba fuertemente las manos sobre los hombros de su hija y miraba orgullosa su reflejo—. La persona que parece más hermosa y radiante en el exterior en ocasiones puede ser opacada por otra cuya belleza está aquí —anunció Amalia mientras señalaba su corazón—. Tú eres hermosa por dentro y por fuera, Paula, y cuando ese capullo se dé cuenta de ello, se enamorará de ti — continuó animando a su hija con sus efusivas palabras para luego sacarle una sonrisa con alguna de sus locuras—. Y cuando él se enamore de ti es cuando tienes que rechazarlo y aplastar su corazón, desechándolo como al gusano que es y que, sin duda, no te merece —concluyó rencorosamente mientras atusaba el cabello de su hija y su mirada se perdía por un momento en sus propios recuerdos.


—Mamá, ¿papá era un gusano? —preguntó Paula, haciendo que los apenados ojos de su madre volvieran a sonreír al reparar en ella.


—Sí, pero un gusano encantador al que nunca podré olvidar porque me dio un hermoso recuerdo que siempre atesoraré y querré egoístamente sólo para mí —anunció Amalia mientras la abrazaba con cariño, haciéndole ver que, al contrario de lo que ella creía, su madre siempre la había querido, aunque hacerlo en ocasiones le doliera demasiado.


—¿Me parezco a él? —quiso saber mientras observaba en el espejo su imagen junto a la de su madre, tan diferentes como la noche y el día.


—Sí, mucho…, tanto que en ocasiones tengo que alejarme de ti para recomponer mi dolorido corazón y seguir siendo fuerte —confesó Amalia, tragándose las lágrimas que aún guardaba por las heridas del pasado—. ¡Pero dejémonos de viejas historias pasadas y concentrémonos en el presente, porque el espectáculo siempre debe continuar!




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