Felicitas no podía apartar sus ojos de la entrada de esa escandalosa fiesta, donde esperaba que una perdida e inocente chica cayera en su trampa.
Como en la mayoría de las locas celebraciones de Hollywood, ese deslumbrante ambiente repleto de actrices, modelos, actores, cantantes, directores y productores distraía a los asistentes de lo que allí ocurría realmente. Muchos tratos se negociaban y se cerraban en medio de esa vorágine, que disimulaba un oscuro fondo donde las drogas, el sexo y el alcohol tenían un gran protagonismo, pero las risas, el bullicio y la escandalosa música de alrededor lo tapaban todo.
El lujo deslumbraba a los incautos desde la misma puerta, desde el exclusivo ascensor privado, al que sólo se podía acceder mediante una invitación expresa. Una vez que se entraba en el apartamento donde tenía lugar la fiesta, lo primero que aparecía eran unos muebles de diseño de aspecto realmente caro, junto con las hermosas obras de arte de incalculable valor que colgaban de las paredes, así como las espectaculares vistas de Hollywood, que encandilaban con sus luces a los locos soñadores que pretendían conquistar la ciudad de las estrellas, algo que muy pocos llegaban a lograr.
Las bandejas que pasaban al lado de los invitados contenían pequeños tentempiés con las extravagantes exquisiteces producto de la última moda del momento entre las celebridades, algún tipo de comida de nombre impronunciable y, tal vez, también incomible. Las copas, que circulaban con más celeridad que la comida, incluían desde estrambóticos cócteles hasta caros champanes y algún que otro fuerte licor.
Desde la entrada se repartían sillones individuales por distintos rincones, dispuestos aparentemente al azar, mientras que en el lado opuesto a aquélla se agrupaban varios amplios sofás donde la gente se reunía alrededor de pequeñas mesas de cristal para dejar sus bebidas y hablar de sus distintas pasiones, todas ellas indudablemente relacionadas con el cine.
Cerca de allí se desplegaba una zona de juegos con varias mesas de billar junto a una larga y extensa barra de bar, detrás de la cual los camareros servían apresuradamente sus consumiciones a todo aquel que se sentara en los elegantes taburetes que la acompañaban. Finalmente, en un extremo del recinto se apreciaba una escalera que conducía a la planta superior, donde se encontraban unos amplios dormitorios y cómodas suites que no tardarían en ser ocupadas por algunos de los invitados cuyos ánimos estuvieran más excitados.
La fiesta que celebraba un productor amigo suyo le había venido a Felicitas como caída del cielo, ya que, en ella, además de promover a alguna de las estrellas que representaba, pensaba deshacerse de esa molesta chica, de esa tal Paula Chaves. Aprovechando que Pedro siempre ignoraba sus invitaciones a esos eventos, Felicitas había ideado una muy conveniente trampa contra Paula usando su nombre. Ahora sólo faltaba que, guiada por su ingenuidad sobre Hollywood y por sus sueños, la joven cayera en ella.
Los intentos de Felicitas por apartar a Paula de esa película y del actor que la protagonizaba habían fallado por completo, ya que las protestas de todos los hombres a los que Paula había encandilado con su sonrisa la obligaron a retroceder ante la idea de despedirla. Así que, si no podía deshacerse de ella echándola de Hollywood, Felicitas llegó a la conclusión de que tendría que hacer que fuera ella quien quisiera irse de allí por su propia iniciativa.
Supuso que, si se veía envuelta en uno de esos escándalos que salían en las revistas, la chica querría huir de vuelta a casa para esconderse en algún apartado rincón, un lugar lo suficientemente alejado como para que Pedro no tuviera que volver a verla jamás y pudiera así olvidarse de ella como había hecho durante todos esos años. Y, mientras eso sucedía, Felicitas se encargaría de que ese actor estuviera lo suficientemente ocupado como para no recordar a esa mujer nunca más.
Cada vez que veía cómo observaba Pedro a esa chica, con anhelo, deseo y, lo más preocupante, con esperanza, Felicitas sabía que, pese a la distancia y al tiempo que habían transcurrido, él aún tenía fe en que Paula lo llevara guardado en su corazón, unas expectativas que Felicitas quería destruir por completo. Y, para ello…, ¿qué mejor que mostrar cómo se entregaba esa mujer a otro hombre?
El escándalo que esa chica tenía que protagonizar debía ser muy vergonzoso y escabroso si quería lograr su meta de que huyera avergonzada con el rabo entre las piernas. Y para que eso fuese así, era necesario que participase alguien con una reputación tan pésima que Pedro se sintiera traicionado y creyera que la rendición de Paula en favor de otro hombre había sido real.
El problema era que, por más encantos que tuvieran los actores de Hollywood, o por más palabras seductoras que le dirigieran a Paula, ella sólo parecía tener ojos para uno.
Felicitas se habría sentido tentada de unir de nuevo a esa entrañable pareja si no hubiera sido porque el hecho de que ellos acabaran juntos iba en contra de sus intereses comerciales y de los de su estrella. Para Felicitas cuidar de la carrera de Pedro era prioritario frente a cuidar de su corazón, y en esa carrera, un amor como el que él perseguía únicamente lo llevaría a perderlo todo. Pedro tenía que seguir manteniéndose soltero para que sus millones de fans continuaran soñando con él y yendo al cine a ver sus películas.
—Bueno, ¿y quién es esa chica a la que tengo que conquistar? —le preguntó en ese momento Franco Carter, un conocido cantante, más famoso por sus múltiples escándalos, sobre todo entre las sábanas, que por su música. Unos escándalos que Felicitas, como representante suya que era, tendría que cortar en algún momento, pero que en esos instantes le interesaba alentar.
—Es una chica un tanto aburrida, por lo que tal vez tengas que echarle algo de imaginación a la hora de seducirla.
—Ajá… ¿Y bien? ¿Dónde está?
—¡Ah! Mira: acaba de llegar —apuntó ella, tensándose ante el atrevimiento de Paula Chaves al aparecer en esa fiesta ataviada con un ceñidísimo vestido que recordaba al que en cierta ocasión había llevado una de las más seductoras actrices del pasado.
Eso molestó a la representante, ya que había planeado que Paula pasara desapercibida hasta que llamara repentinamente la atención de todo el mundo por protagonizar un escándalo, lo que provocaría un mayor impacto y su reputación quedaría irremediablemente destruida, forzándola a huir.
Pero que ella misma atrajese la atención sobre sí de esa manera reduciría la impresión que Felicitas quería provocar.
—¡Dios! Creo que tú y yo no tenemos el mismo concepto de lo que es aburrido, Felicitas —anunció Franco después de recorrer a Paula con la mirada de arriba abajo, emitiendo un silbido de apreciación—. Éste va a ser el primer encargo tuyo que voy a estar más que encantado de cumplir.
—Tal vez, pero no te confíes: no te resultará fácil, ya que esa chica está enamorada.
—¡Bah! ¿Qué mujer podría resistirse a los encantos de un guapo, talentoso y famoso cantante como yo? —inquirió Franco, señalando vanidosamente su ágil y esculpido cuerpo de gimnasio, sus rubios cabellos y sus ojos azules, que, junto con su bonito rostro, lo llevaban a parecer un ángel tentador, aunque los que lo conocían mejor sabían que realmente era un diablo descarado.
—Quizá una que está enamorada de un maravilloso y talentoso actor — replicó Felicitas sin prestar demasiada atención al desmesurado ego de su representado.
—¡Puf! Dime que no se trata de ese actor de pacotilla que siempre pones por delante de mí.
—No es ningún actor de pacotilla —lo reprendió ella mientras le dedicaba una seria mirada, consciente de que la rivalidad que sentía Franco hacia Pedro podía jugar a su favor—. Pedro Alfonso es uno de los mayores talentos a los que represento.
—No me hace gracia acostarme con una chica que Alfonso haya desechado —dijo Franco, frunciendo el ceño algo molesto.
—¿Y quién te dice que Pedro la ha desechado? —manifestó Felicitas detrás de su copa.
—Esto se pone cada vez más interesante… ¿Tienes siquiera una idea de lo tentador que es para mí hacerme con algo que pertenezca al niño bonito de Hollywood?
—Ya imagino… Pues creo que te va a atraer aún más cuando te diga que, aunque esa chica ama a ese actor con todo su corazón, también lo odia con toda su alma y no le permite acercarse. Por tanto, ella es la mujer que Pedro desea conseguir, pero que nunca alcanza.
—¿En serio? Esto parece una telenovela de ésas… —dijo Franco, alzando irónicamente una ceja para luego terminarse su copa de un solo trago antes de anunciar—: Creo que es hora de que el malo de la historia entre en escena.
—Recuerda lo que hemos pactado: tú me traes unas fotos lo suficientemente escandalosas como para hacer llorar a esa mujer y yo te consigo un papel protagonista en una película —le insistió Felicitas mientras ambos comenzaban a dirigirse con paso firme hacia la perdida chica que intentaba hablar en vano de su guion con un productor mientras éste sólo le miraba las tetas.
»¡Hola, querida! No nos han presentado oficialmente, así que pondré solución a eso de inmediato: soy Felicitas Wright, la representante de Pedro. Él, por motivos de trabajo, vendrá un poco más tarde, pero como sabe lo importante que es para ti ese guion que llevas, me ha pedido que te presente a personas que pudieran ayudarte en tu carrera. Así pues, para comenzar, te presento a Franco Carter, otro de mis representados. Este muchacho tiene muchos contactos, y debes saber que ahora mismo está pensando en protagonizar una película y, por supuesto, necesita un guion que esté a su altura.
—¿En serio? —preguntó irónicamente Franco a Felicitas, alzando una ceja para luego seguir representando el papel que se le había encomendado cuando Felicitas le clavó con disimulo un codo en las costillas—. Sí, por supuesto. Estoy buscando un enfoque nuevo y emocionante, algo que me haga destacar entre esos vanidosos actores —declaró Franco presuntuosamente, pensando que esa chica nunca lo creería porque, como muchos le habían dicho, su talento no iba más allá de su música.
No obstante, cuando la miró a los ojos y vio esa inocente mirada fija en él, sus mentiras se le atragantaron. Y, a pesar de ello, siguió mintiendo porque en Hollywood, si uno quería llegar a la cima, era inevitable tener que pisotear a quien se interpusiera en su camino. Y, para desgracia de esa chica, ella no era más que una de las piedras que Franco tendría que apartar.
—Creo que tengo lo que necesitas: el protagonista no se muestra tan heroico o triunfador como los personajes habituales de una historia de amor común y corriente de nuestros días, pero es muy real —dijo ella. Y, tras sus emocionadas palabras, Paula sacó del enorme bolso negro que llevaba, y que no pegaba en absoluto con su atrevido vestido, dos copias de un guion. Una se la entregó a Felicitas con ojos emocionados y la otra, a Franco.
Él le entregó a cambio la copa que había preparado para ella y la animó a bebérsela antes de tomar entre sus manos el manuscrito. Para su asombro, esa tímida mujer lo sorprendió bebiéndosela de un solo trago para poder concentrarse en ese guion que para ella era su sueño, y Franco se sintió un poco culpable de destruirlo. No obstante, con una falsa sonrisa y halagadoras palabras fue alejándola de la fiesta hacia un lugar en el que no pretendía hablar de nada con ella, aunque eso Paula aún no lo sabía. Así que, tomándola por un brazo, repasó por encima el guion que Paula le había facilitado mientras la guiaba hacia la trampa que otros habían preparado para aplastar la inocencia de una mujer cuya única falta era haberse puesto en el camino de otros mucho más despiadados que ella.
Al tiempo que Franco se llevaba a Paula hacia las habitaciones mientras sujetaba sus tambaleantes pasos, Felicitas sonrió con satisfacción desde detrás del manuscrito de esa ingenua mujer. Y, encaminándose hacia una papelera, se deshizo del documento tan fácilmente como haría con su autora. O eso era lo que pensaba ella, hasta que sus despiadados ojos se cruzaron con los de un irascible pelirrojo que la miraba como si supiera lo que estaba haciendo. Pero, en vez de reprenderla, Gustavo Johnson se limitó a sonreírle anunciándole que sus planes volverían a fallar de nuevo, un hecho que comenzó a quedarle claro a Felicity al percatarse de que Pedro Alfonso lo acompañaba…
El único hombre que podía acabar con todos sus propósitos estaba allí, buscando a la mujer a la que amaba. Ahora bien, que llegara a dar con ella y la alcanzara a tiempo de evitar su caída era otra cuestión…
No hay comentarios:
Publicar un comentario