jueves, 31 de diciembre de 2020

CAPÍTULO 59

 


Pedro dejó que Paula se marchara y se alejara nuevamente de él.


Después de las veces que se había prometido volver a conquistarla, en cuanto volvían a encontrarse acababa comportándose como un auténtico canalla, estropeándolo todo.


Parado delante de ese espejo, se tocaba la dolorida mejilla. Y, mientras lo hacía, se reprendía por cada una de sus estúpidas acciones.


Se suponía que tenía que abrazarla, besarla y amarla dulcemente, mostrándole cuáles eran sus sentimientos, cuán profundo era el amor que sentía por ella. Pero no, él tenía que pensar con la polla en vez de con la cabeza y acabar tirándose a la mujer que amaba en uno de los lavabos. ¡Por Dios: le había hecho el amor en el puñetero baño de señoras!


Pero eso que habían compartido no era amor. Él se había burlado de las estúpidas insinuaciones de venganza de Paula, en parte porque le dolía que ella quisiera hacerle daño, y en parte porque ese daño que ella se proponía infligirle ya se lo había hecho.


Cuando le propuso que tuvieran sexo sólo había pretendido provocarla, pero cuando ella aceptó, por unos instantes, fue el hombre más feliz del mundo. Luego pasó a ser el más desgraciado, cuando Paula insinuó que mientras estuviera con él pensaría en otro. Esas palabras lo mataron lentamente y el hombre enamorado se perdió entre los celos, proponiéndose algo más que amarla: recordarle que él no era fácil de olvidar. Pedro llevó a cabo una magnífica interpretación de amante despechado ante Paula, una que ella siguió al pie de la letra y que terminó con una merecida bofetada.


—Tengo que arreglarlo —murmuró Pedro al reflejo de ese buen actor que, en esta ocasión, estaba dispuesto a reescribir su guion y a luchar por su final feliz en esa historia. Y, tras salir corriendo del baño de señoras, fue detrás de la mujer que aún seguía siendo la única protagonista de su historia de amor.



No hay comentarios:

Publicar un comentario