jueves, 31 de diciembre de 2020

CAPÍTULO 110

 


—¡Él es un cerdo asqueroso! —exclamó Paula una vez más a la camarera que rellenaba su copa—. ¡Y lo peor de todo es que me he creído su actuación una vez más! ¡No aprendo! ¿Por qué tengo que ser tan idiota? — farfullaba mientras se derrumbaba sobre la barra de uno de los bares que había encontrado en su camino porque todavía no quería regresar a casa de Nicole y enfrentarse a nadie para explicarles que sus lágrimas se debían a que era idiota.


—Seguramente te has enamorado de un actor, ¿verdad? —preguntó la chica que manejaba la coctelera mientras ponía frente a ella una nueva y estrambótica bebida, tan cargada como las anteriores.


—No, sólo de un hombre con muchos defectos que sabe actuar muy bien —replicó Paula, recordando cuánto detestaba esa parte de Pedro que sabía esconderse detrás de un papel—. Vine a Hollywood con la idea de vengarme de él y cumplir mis sueños, y sólo he conseguido que me vuelva a hacer daño y averiguar de primera mano que ésta no es la ciudad donde los sueños se cumplen, sino donde se destruyen.


—¡Amén, hermana! Ésa es una lección que todos aprendemos con el tiempo. La otra es que sólo los que tienen más talento, o los que son más despiadados, consiguen la fama. Si no formas parte de uno de esos grupos de personas, despídete de alcanzar la gloria.


—Hasta ahora me preguntaba a cuál de ellos pertenecía él, pero hoy sus acciones me lo han confirmado: sin duda es el cerdo más despiadado de cuantos hay en Hollywood, pero lo sabe disimular tan bien… —repuso Paula, levantando su copa para brindar por la estupidez que había sido creer nuevamente en ese hombre.


Y cuando sus ojos se alzaron, no pudo evitar fijarse en la fotografía que había colgada detrás de la barra, una foto firmada por un molesto actor que posaba una vez más con esa falsa sonrisa que parecía perseguirla allá donde fuera para recordarle las veces que le había roto el corazón.


Paula miró la imagen de Pedro y, sin poder evitarlo, leyó en voz alta el irónico mensaje que había escrito en ella:

—«Con mucho amor, para unas chicas muy especiales».


—¿Te gusta Pedro Alfonso? ¡Es un tío muy majo! Un día vino aquí al bar después de terminar el rodaje de una de sus películas e invitó a todos los clientes a una copa. En unos instantes se montó un fiestón donde las chicas se deprendían de la ropa y los hombres lo aclamaban…, creo que fue el día en el que más propinas recibí… ¿No te parece que es un actor maravilloso? Sobre todo en las escenas de amor.


—No, no lo es —replicó Paula, detestando la facilidad con la que Pedro podía regalar los oídos de las mujeres con esas palabras que para él nunca significarían nada—. Pero lo será, porque yo me merezco una última actuación… —murmuró mientras el alcohol le daba fuerzas para escribir un nuevo guion para ese hombre.


Tras coger una servilleta, comenzó a crear un papel para Pedro para una última noche de amor que él no podría rechazar y que ella estaba dispuesta a exigirle antes de olvidarlo para siempre. Aunque a Pedro tal vez no le gustaría el rol que tendría que representar, porque ya no buscaría en él al hombre que tanto había amado, sino al perfecto actor que era capaz de cumplir el sueño de cualquier mujer, en cuyo caso…, ¿por qué no cumplir uno de los suyos después de haber destruido tantos?


—Éste es el papel perfecto para ti, veamos si puedes representarlo en esta última actuación antes de decirnos adiós…




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