jueves, 31 de diciembre de 2020

CAPÍTULO 117

 


A pesar de las airadas palabras de Felicitas, que le auguraban que no tendría un futuro en Hollywood, Pedro tuvo muchas propuestas de trabajo. Y más todavía cuando un molesto pelirrojo se negaba a ceder más de sus novelas al cine si el protagonista no era él, un proyecto que Pedro tuvo que posponer porque había un papel en una película que aún estaba negociando si hacer o no. De hecho, era un papel tan importante que la propia guionista no dudaba en intentar convencerlo de que formara parte del elenco a través de unas negociaciones en las que él le exigiría mucho, pero Pedro consideraba que ya era hora de ser avaricioso y de reclamar lo que deseaba, tanto en el trabajo como en el amor.


—Creo que los seis meses de vacaciones que te has tomado ya son más que suficientes —manifestó Paula mientras le quitaba a Pedro la bandeja de camarero, señalándole un apartado lugar en la barra.


Las protestas de las mujeres que abarrotaban el bar de su tío se alzaron al saber que el encantador Pedro ya no sería su camarero, pero fueron acalladas por la furiosa mirada de una celosa mujer que no dudaría en echarlas de allí a patadas, como había hecho en más de una ocasión desde que Pedro se decidió a ayudar en el negocio familiar.


—Me gusta el papel que estoy representando ahora, ¿para qué cambiar? —replicó él mientras frotaba cariñosamente la cabeza de su hijo, que lo esperaba junto a la barra.


—El sofá de mi tío es demasiado pequeño para ti —le dijo Paula, recordándole que, aunque él podía comprar cualquier casa, había elegido instalarse en su hogar para compartir un sitio junto a ellos y vivir esa vida normal de la que, al ser una estrella, nadie le había permitido disfrutar.


—¡Oh, tranquila! No es incómodo, y como solamente duermo en él cuando abandono tu cama, no me duele demasiado la espalda —respondió el encantador sinvergüenza, declarando por qué aguantaba esos inconvenientes.


—¡No debes decir esas cosas delante de Romeo! —lo amonestó Paula enfadada a la vez que se apresuraba a tapar los oídos de su hijo.


—Creo que Romeo es lo suficientemente mayor como para saber cómo acabó él aquí, pero no te preocupes: me guardaré todas mis atrevidas palabras sólo para ti… —susurró sensualmente Pedro al oído de Paula.


Y, antes de que comenzaran de nuevo con los besos y los arrumacos, Romeo, suspirando un tanto molesto, se alejó de la empalagosa pareja que en ocasiones podían llegar a ser sus padres.


—Quiero que vuelvas a trabajar —insistió Paula antes de que Pedro tratara de distraerla con sus besos—. Y como soy tu agente…


—¿Ah, sí? ¿Desde cuándo? —preguntó él alzando una ceja.


—Desde que ocupaste mi casa y mi madre decidió aprovecharse de ti poniendo tu nombre entre su lista de actores representados sin que te opusieras a ello. Por ahora he rechazado innumerables propuestas, pero ésta es una a la que, definitivamente, no puedes negarte —le dijo Paula, enseñándole la carta donde unos conocidos productores querían llevar su guion al cine.


—¡Enhorabuena, cariño! ¡Por supuesto que protagonizaré esa película! Pero… quiero algo a cambio de actuar en ella…


—Por supuesto. No bajaremos tu caché y…


—No me has entendido: quiero algo que sólo tú puedes darme, Paula — y, poniéndose de rodillas, Pedro le ofreció una cajita de una conocida joyería, mostrándole el hermoso anillo que contenía para, acto seguido y aprovechando su sorpresa, colocarlo en su dedo mientras le hacía saber qué quería para formar parte de esa nueva historia de amor—: Te quiero a ti — reveló haciendo suspirar a todas las mujeres del local—. Dime que te casarás conmigo, porque, si no te tengo a mi lado, nunca tendré la suficiente confianza como para volver a pronunciar un falso «te quiero». Especialmente ahora, cuando tan sólo quiero decirlo de verdad a la única mujer a la que amo: a ti.


—¡Mierda, Pedro! ¡Seguro que lo tenías ensayado! —manifestó ella mientras se limpiaba las lágrimas de emoción que inundaban su rostro.


—Puede…, pero esto nunca lo ensayo… —repuso él antes de arrebatarle un apasionado beso que provocó que los hombres presentes en el pub lo vitorearan.


Y cuando ella agarró a Pedro fuertemente de los cabellos, exigiéndole más de ese beso, él ya supo la respuesta a esa dura negociación que era amarla. No obstante, Paula la susurró junto a sus labios antes de volver a aceptar su amor.


—Sí, me casaré contigo. Pero no por tu maravillosa actuación, sino simplemente porque te quiero.



No hay comentarios:

Publicar un comentario