Gustavo observaba satisfecho cómo las cosas parecían comenzar a funcionar para esa pareja. Pero, mientras veía con complacencia cómo Paula se desprendía de su disfraz con una sonrisa, también contemplaba con desaprobación cómo el cobarde de su amigo aún lo llevaba, con el mismo encanto de siempre.
Aburrido porque su mujer no había podido acompañarlo a causa de la proximidad de una fecha de entrega de una de sus novelas que una mujer tan responsable como Samantha nunca osaría ignorar, se entretuvo observando a los demás y pensando en cuál de las personas que lo rodeaban podía usar para inspirarse para una de las escenas de su siguiente novela.
Dependiendo de cómo le cayeran, aparecerían en las empalagosas novelas románticas que tanto dinero y fama le aportaban o en las novelas de intriga, donde sin duda se los cargaría a la menor oportunidad si le caían mal.
Mientras Pedro intentaba seducir a Paula con su labia y ella trataba de fingir que no estaba locamente enamorada de él, los cuchicheos alrededor de las diferentes conversaciones que se desarrollaban comenzaron a llenar la estancia. Y en el momento en el que nadie parecía prestarle atención, Lidia Shane hizo su jugada.
Lidia detuvo a la camarera que llevaba las bebidas a la mesa y la reprendió por su tardanza mientras, sin que se diera cuenta, deslizó con gran habilidad una pastilla en uno de los vasos. Luego le ordenó servirle esa bebida a Pedro, ante lo cual la asustadiza camarera no discutió con la altiva estrella, sino que aceleró sus pasos para cumplir con sus demandas.
Las sospechosas acciones de Lidia corroboraron que ella era, sin duda, uno de los impedimentos que siempre separarían a esa pareja. Otro era la propia estupidez de ambos, pero como con eso no podía hacer nada, Gustavo decidió ayudar a su amigo para que la pesada de Lidia no lo metiera en más problemas.
Antes de que la camarera llegara hasta Pedro, él se levantó y se apoderó de la bebida que ésta llevaba. Luego, sonriendo maliciosamente, se paseó entre las mesas reflexionando sobre a qué idiota se la endosaría, ya que él no pensaba probar ni un trago de ese vaso.
Tenía varios candidatos en mente, pero como el que le había fastidiado más ese día era el director que continuamente cambiaba las escenas de su novela, no dudó en poner entre sus manos la bebida adulterada, interrumpiendo la discusión que mantenía con Amalia Chaves, una mujer con la que no dejaba de meter la pata.
—Toma, Bruno: te entrego esta copa como muestra de paz —anunció Gustavo cediéndole el vaso al sediento hombre, que se apresuró a bebérselo para evadirse de la disputa que estaba manteniendo con Amalia.
Cuando los ojos de Gustavo se desviaron hacia la arpía de Lidia, la muy idiota no se había dado cuenta de que sus planes habían sido frustrados, ya que la camarera se había dado prisa para que las manos de Pedro no estuvieran vacías, esquivando así la bronca de la temperamental actriz.
Lidia no dejaba de dirigir maquinadoras miradas hacia Pedro, mientras que el rostro de Bruno comenzaba a tornarse rojo a la vez que se le aceleraba la respiración, detalles que le permitieron a Gustavo confirmar sus sospechas acerca del tipo de sustancia que esa arpía había intentado utilizar con su amigo.
—Por una noche movidita… —musitó sonriendo maliciosamente a Bruno a la vez que cogía una nueva bebida de la bandeja de la camarera para tomársela de un solo trago, animando al hombre a acompañarlo.
Y cuando el apacible y siempre perfecto director que nunca perdía la compostura comenzó a meterle mano por debajo de la mesa a una sorprendida Amalia, ésta no dudó en dirigirle una acusadora mirada a ese endemoniado pelirrojo que les dedicaba una ladina sonrisa.
—No hace falta que me deis las gracias —apuntó Gustavo antes de retirarse mientras era fulminado por la mirada de esa mujer que, aunque aseguraba odiar a Bruno Baker, sus acciones la contradecían, ya que no parecía estar dispuesta a dejarlo solo para que otra mujer se aprovechara de él.
—Bueno, y ahora que he ayudado a una pareja a reconciliarse o, por lo menos, a tener una noche bastante animada, vayamos a por la otra…
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