Después de ver las lágrimas de Pedro en lugar de su falsa sonrisa, con la que se ocultaba de todos, me sentía confusa. No sabía qué pensar de ese hombre, y menos ahora, que era él quien se había alejado de mí, no para ignorar mis recriminaciones, sino para ocultarme su evidente dolor.
Al salir a la fiesta lo busqué con la mirada y lo hallé como siempre: rodeado de gente que lo alababa, pero, a la vez, se veía más solo que nunca.
Cualquiera que lo observara sin conocerlo podría pensar que era un individuo despreocupado al que nada le importaba, de no ser porque, de vez en cuando, su sonrisa desaparecía mientras contemplaba pensativo el fondo de su copa, mostrando parte de su dolor. Algo le había hecho mucho daño y, obviamente, ese algo era yo.
Las acciones y las palabras de Pedro me daban a entender que él no sabía nada de esas cartas, ni, incluso, de la existencia de Romeo hasta que yo le di la noticia de su paternidad, arrojándosela a la cara junto al resto de mis acusaciones.
—¿Cómo era la persona de la que me enamoré? —susurré confusa, intentando recordar cómo era realmente Pedro Alfonso. Pero en mi mente siempre se mezclaban el actor y el hombre, resultándome imposible separarlos.
—Es un tipo con muchos defectos —apuntó detrás de mí un pelirrojo que, a saber por qué, siempre intentaba unirnos a Pedro y a mí, delante y detrás de la cámara—. Un maravilloso actor —dijo señalando cómo su sonrisa podía llegar a encandilar a todos los que lo rodeaban—; pero, como cualquier hombre, cuando lo hieren, sangra… —declaró Gustavo, señalando los momentos en los que esa sonrisa decaía y, aunque tan sólo fuera por unos segundos, Pedro mostraba su dolor—. ¿Y sabes tú cuál es el nombre de esa espina que siempre le hace tanto daño y que tiene clavada en el corazón, Paula? —preguntó alzando irónicamente una ceja hacia mí.
Queriendo huir de la verdad que Gustavo me mostraba, me fui de la fiesta sin darle una contestación. Y, mientras me alejaba, comprendí que tal vez yo le había hecho a Pedro tanto o más daño del que él me había hecho a mí.
Mientras me acercaba a la casa de Nicole, me pregunté si mi venganza hacia el hombre al que una vez creí un canalla seguía siendo necesaria y, si ya no era así, por qué debía continuar en Hollywood. Sin embargo, aunque ya nada me retuviera allí, yo aún me resistía a alejarme de ese lugar y del hombre al que una vez dejé salir de mi vida.
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