—¡¿Cómo que han echado a Paula Chaves de esta película?! —protestó airadamente Pedro, persiguiendo al productor por el plató, y, para su asombro, su voz no fue la única que se oyó ante la situación.
—Nico, ¿me puedes explicar por qué has despedido a Amalia…, esto…, a Paula Chaves sin mi permiso? —declaró airadamente Bruno Baker, el director—. ¡La quiero de vuelta para ayer! —exigió, como si Paula no fuera una simple extra.
—¡Pero, Bruno, si no parabas de protestar por la presencia de ese mocoso en el plató y…!
—¡Y nada! ¡Quiero que Paula Chaves vuelva, que ese mocoso no pare de dar vueltas por todos lados sacándome de quicio y que su abuela, que me vuelve loco, esté aquí también, a mi lado, que es donde tiene que estar! — manifestó Bruno, dejando a todos boquiabiertos ante sus excéntricas peticiones.
—Además de tus lamentaciones, Bruno, la agente de Pedro también nos ha comunicado la incomodidad de su representado a la hora de actuar junto a la señorita Chaves, e incluso puso una queja por las efusivas acciones de esa actriz en la escena de la bofetada que rodaron juntos, en la que ella se propasó claramente con Pedro —declaró Nico mientras contestaba a Bruno y fijaba los ojos en Pedro para requerirle—: ¿Y tú qué tienes que decir?
—Que hablaré con mi agente. Esa queja es cosa suya, no mía, y quiero que Paula forme parte del rodaje de esta película.
—¡Perfecto! ¡Yo la quiero en mi película, el actor principal también la quiere en el rodaje, y hasta el maldito pelirrojo que escribió el libro en el que se basa esta película, y que no para de tocarme las narices con sus consejos, la quiere! Entonces, mi pregunta es: ¡¿por qué no está ella aquí?!
—¡Me vais a volver loco! —exclamó Nico mientras se llevaba las manos a la cabeza—. Creo que ahora mismo Paula se está preparando para grabar una escena en el plató 6, un trabajo que le ofrecí como compensación para que por lo menos pudiera pagarse su viaje de regreso a casa. ¿La queréis de vuelta? Pues entonces más os vale que vayáis vosotros a por ella —terminó Nico antes de marcharse para dejar a esos irracionales hombres a solas con sus absurdas peticiones.
—Tú la echas, tú te encargas de que vuelvan. Ella, el mocoso y, sobre todo, su madre… —manifestó Bruno a Pedro, clavando una amenazadora mirada en el joven actor mientras le señalaba la salida despidiéndose de él, no sin antes ofrecerle un consejo—: Yo soy demasiado mayor y estoy demasiado escarmentado como para callarme lo que deseo, no cometas mis mismos errores, no desperdicies la oportunidad de gritar bien fuerte lo que quieres, o, de lo contrario, cuando menos lo esperes, ella habrá desaparecido de tu vida sin escucharte.
—¿Y qué pasa si no quiere escucharme? —preguntó Pedro mientras recordaba su historia, y a su rostro acudía una cínica sonrisa.
—Entonces es que no has gritado lo suficientemente fuerte… —replicó Bruno, con tanta determinación en la mirada que hizo que Pedro recuperase las fuerzas para luchar por Paula porque, tal vez, nunca era demasiado tarde para el amor.
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