jueves, 31 de diciembre de 2020

CAPÍTULO 94

 


Huir de Pedro fue lo único que se me ocurrió después de que me avasallara con sus besos delante de la multitud. Con él nunca sabía cuándo tenía delante de mí al hombre o al actor, pero la complacida sonrisa que me dirigió tras recibir una más que merecida bofetada por mi parte me demostró que, en esa ocasión, era el actor el que estaba ante mí. Un actor que quería sacarme a escena para que interpretara un papel para el que yo aún no estaba preparada.


Junto a Pedro, en ocasiones, me sentía tan insignificante que me perdía. Mientras la noche anterior entre sus brazos y en su cama, adorada por sus besos y su atención, había sido la protagonista de mi propia historia, en cuanto estuve bajo los focos de las cámaras y las curiosas miradas de la gente, me convertí en una extra de la que se podía prescindir con facilidad.


Cuando salí a recibirlo, me vi relegada a un rincón. La prensa se había amontonado para dar la bienvenida a su estrella, preparando sus focos para captar el brillo y la gracia que Pedro siempre desprendía ante su público.


Y, mientras yo lo observaba desplegar sus amables encantos, me pregunté dónde estaba el hombre del que me había enamorado.


Tal vez, de todos los que rodeaban a ese actor, yo fuera la única persona que prefería ver ante sí a ese imperfecto hombre que era realmente Pedro antes que su perpetua y vacía actuación, que conquistaba a todos sin querer nunca a nadie.


Desde mi rincón lo había mirado, reprendiendo silenciosamente su interpretación. Y, cuando nuestros ojos se encontraron, no me sentí tan sola o apartada, porque la única persona que quería que me observara aparentemente sólo tenía ojos para mí.


Dejé que se me acercara y me apartara de mi aislamiento. Le permití que me recordara con sus besos la pasión que había entre nosotros…, pero tras ese beso llegó una falsa sonrisa con la que posó ante todos. Furiosa con el actor, que volvía a interpretar su papel y que solamente me utilizaba, no pude evitar borrar esa estúpida y encantadora sonrisa de una bofetada, recordándole que ante mí su actuación no valía nada, porque yo quería al hombre de verdad, y no al superficial personaje que representaba.


Correr como siempre hacía fue la única respuesta que le di, y no esperé que él me persiguiera porque Pedro, ese maravilloso actor de Hollywood, no estropearía su imagen corriendo detrás de una don nadie. Sin embargo, para mi asombro, una mano detuvo mi impulsiva carrera y me atrajo hacia un cálido cuerpo que me rodeó con sus brazos. Cuando me susurró al oído sus deseos, supe que ese hombre que tenía ante mí no era el actor, lo que confirmé al abrir los ojos y observarlo mirándome. Sólo a mí.


—No corras, no huyas. No te alejes de mi lado, no te escondas, no me dejes solo…


—Tú nunca estarás solo: siempre estarás rodeado de una gran multitud —manifesté, recordándole los brazos de esa frívola actriz y los múltiples halagos de la prensa que minutos antes lo habían rodeado.


—Cierto. Y, a pesar de ello, estaré solo —respondió Pedro mientras colocaba mi mano en su pecho, donde los acelerados latidos de su corazón me prometían tal vez demasiado.


—¿Cuándo dejarás de actuar? —pregunté, dudando sobre si sus palabras o sus gestos eran parte de su eterna interpretación o no.


—Sólo dejo de actuar cuando estoy a tu lado, porque entonces puedo ser yo mismo.


—Entonces deja atrás tu interpretación y muéstrame cómo es el hombre del que me he enamorado —susurré en su oído a la espera de su respuesta.


Pero el tiempo de nuestra escena de amor se acabó en cuanto el director llamó a los actores para representar los papeles de su memorizado guion.


—Creo que en estos momentos eso será algo muy difícil de hacer, cielo —contestó Pedro con una encantadora sonrisa que me mostró que, de nuevo, se había ocultado detrás de su máscara. Y, como siempre hacía yo en esas ocasiones, no dudé en ofrecerle mi crítica opinión.


—Aún sigues siendo pésimo en las escenas de amor —dije dispuesta a marcharme a mi lugar, lejos de ese brillante actor. Pero Pedro, dejando su interpretación de lado, me atrajo a sus brazos y, besándome ardientemente, me recordó por qué yo siempre caía ante él.


Estoy muy dispuesto a seguir ensayando, pero sólo contigo, amor — susurró sensualmente en mi oído antes de alejarse de mí, y yo, una vez más, me permití creer en sus palabras sin saber si en algún momento éstas volverían a hacerme daño.



No hay comentarios:

Publicar un comentario