—Tú y yo vamos a tener una tórrida noche de sexo y vamos a hacernos decenas de fotografías para recordar ese escandaloso momento —ordenó Amalia Chaves, dejando boquiabierto a Bruno Baker en cuanto entró en su casa cargada con una pequeña cámara y una desvergonzada propuesta, dando respuesta a cada una de sus proposiciones. Y, como era habitual en esa mujer, su contestación tenía que ser tan descarada como siempre—. Te voy a hacer sudar como nunca: vamos a hacerlo en la cama, en el sofá, en la ducha y en ese enorme jacuzzi del que, si no recuerdo mal, tanto te gustaba presumir. ¿Qué tienes que decirme a eso? —preguntó mirándolo provocativamente por encima del hombro mientras seguía su camino hacia el dormitorio.
—¡Que ya era hora! —contestó Bruno mientras comenzaba a desabrocharse la camisa con impaciencia.
Pero sus pasos se detuvieron cuando Bruno entró en la habitación y vio cómo Amalia colocaba un trípode frente a la cama e instalaba la cámara sobre él mientras determinaba el ángulo más conveniente.
Recordando lo taimada que era esa mujer, Bruno dejó en paz su camisa, y sentándose a los pies de la cama, aguardó a la debida explicación que ella sin duda trataría de evitar darle.
—¡Así estás perfecto! —exclamó Amalia.
Y, cuando Bruno pretendía exigirle alguna aclaración ante sus extraños actos, Amalia volvió a dejarlo sin habla al desprenderse de su vestido para mostrarle una pecaminosamente corta y excitante ropa interior que lo hizo olvidarse de todo lo que no fuera volver a tener entre sus brazos a esa mujer que, a pesar de los años, seguía siendo para él la más hermosa.
—¿Qué pretendes, Amalia? —inquirió él finalmente, reteniendo sus manos cuando ella comenzó a desnudarlo y él pudo recuperar un poco la cordura después de que saltara el flash de la cámara.
—Alguien quiere avergonzar a mi hija, seguramente para deshacerse de ella: le han hecho una encerrona sacándole unas fotografías comprometedoras junto a un cantante de poca monta y las han llevado a la prensa. Es más que evidente que quieren alejar a Paula de Hollywood y de la persona que ama, pero, como ella aún tiene muchos asuntos pendientes, eso es algo que no pienso permitir. Tanto ella como yo nos iremos de Hollywood cuando nos dé la gana, a pesar de las veces que nos señalen la salida. Así que, para solucionarlo todo, voy a darle la vuelta a este escabroso asunto. A mi manera.
—¿Qué has hecho, Amalia? —insistió Bruno preocupado, percibiendo la inquebrantable decisión de proteger a su hija de todo y contra todos en los ojos de esa mujer.
—He convencido a la prensa para que me entreguen esas fotografías a cambio de que yo les haga llegar otras mucho más jugosas. ¿Y qué hay más suculento que contar que un famoso director, además de un antiguo y reconocido actor de la gran pantalla, vuelve a reunirse con la mujer de la que se rumoreó en cierta ocasión que fue su amante? En especial si les ofrecemos las pruebas que demuestran de forma indudable que nuestra aventura fue real, antes y ahora.
—¿Vas a utilizarme? —preguntó Bruno sorprendido mientras apartaba las manos de esa manipuladora mujer.
—No veo por qué no debería hacerlo, ya que tú hiciste lo mismo conmigo hace años: yo fui tu secreto, tu amante, un adecuado segundo plato para cuando te aburrías de tu esposa.
—¡Eso no es cierto! ¡Tú fuiste la mujer de la que me enamoré a pesar de que no podía hacerlo por estar casado! ¡La mujer ante la que no pude resistirme y a la que egoístamente escondí porque te deseaba sólo para mí y no quería que nadie te hiciera daño!
—Ya, claro…, y porque me querías muchísimo fuiste tú quien más daño me hizo… Pero eso es el pasado, no estoy aquí para recriminaciones de ningún tipo: estoy aquí para tener sexo contigo y conseguir una exclusiva escandalosa para esa maldita revista con la que pueda salvar la imagen de mi hija —manifestó Amalia mientras lograba deshacerse por fin de la camisa de Bruno cuando las caricias de sus dedos lo distrajeron.
—¿Y si te digo que no? —la retó él, reteniendo esas manos que se dirigían hacia sus pantalones.
—Pues me buscaré a otro con el que hacer esas escandalosas fotografías, porque no voy a permitir que la historia de mi hija acabe como la mía — anunció Amalia con decisión, demostrándole lo sinceras que eran sus palabras.
Entonces, la mano que retenía sus avances dejó de hacerlo, dándole su apoyo, porque Bruno preferiría mil veces crear un escándalo con Amalia antes que ver a la única mujer a la que había amado entre los brazos de otro.
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