jueves, 31 de diciembre de 2020

CAPÍTULO 108

 


Mientras refrescaba mi acalorado rostro en el baño de señoras reflexionando sobre cuál era la mejor manera de informar a Pedro de mi partida, oí los firmes tacones de una mujer que se adentraban en el lugar.


No presté demasiada atención a quién era, hasta que, después de secar mi rostro con una toalla de papel, unos ojos se clavaron en los míos y pude ver a través del espejo la imagen de una mujer que me observaba como si fuera una gran molestia que se interponía en su camino. Pero cuando me volví hacia Felicitas, esos mismos ojos me sonrieron con amabilidad y me hicieron dudar de lo que había visto unos segundos antes.


—¡Hola, Paula! ¿Te ha contado Pedro la buena noticia? ¡He conseguido que tu guion vaya al cine! —exclamó mientras pasaba despreocupadamente a mi lado para lavarse las manos.


Ante la sorpresa de ver cumplido mi sueño, proferí un grito de alegría para luego pasar a abrazar a Felicitas emocionada.


—¡Oh! Ya veo que le he arruinado la sorpresa… —declaró ella apartándose de mi impetuoso abrazo para recomponer su serio aspecto y disponerse a retocarse el carmín mientras yo, eufórica, la acosaba a preguntas.


—¡No sabía nada, Felicitas! Pedro no me había dicho nada, solamente me pidió mi guion hace unos días y no he sabido nada más. ¡Qué sorpresa! ¡No me lo esperaba! ¿Cuándo me reuniré con los productores y con el director? ¿Cuándo se realizará la selección de los actores y…?


—¡Oh, espera un minuto, querida! Creo que ha habido un malentendido… —anunció ella sin dirigirme una sola mirada. Cuando terminó de aplicarse el pintalabios por fin me prestó atención, y fue entonces cuando volví a contemplar ante mí unos despiadados ojos que no tuvieron ningún escrúpulo a la hora de apartarme de su camino—. Es tu guion el que va a ser famoso, no tú. Como comprenderás, si alguien como tú quiere llevar un guion a Hollywood, tiene que permanecer a la sombra de un gran nombre. Porque tú, Paula Chaves, eres insignificante aquí. ¡Pero no te preocupes! Tengo a la persona perfecta para hacerla pasar por el guionista que ha creado esa historia: Ramiro Howard, y tú, como ya estás acostumbrada a hacer, tan sólo tendrás que limitarte a esconderte y a disfrutar del espectáculo, recibiendo alguna que otra compensación por tu trabajo, claro.


—Pero… ¡no puedes pretender robarme mi historia! —exclamé indignada negando con la cabeza, sin creer todavía lo que estaba pasando.


—No lo pretendo, querida: ya lo he hecho. ¿A quién piensas que iban a creer si fueras por ahí reclamando que ese guion es tuyo: a mí, que tengo una sólida trayectoria y una bien merecida reputación a mis espaldas en esta ciudad, o a ti, que no eres nadie?


—¡Ése es el trabajo de mi vida, mi sueño, ¿Cómo te atreves a arrebatármelo?! —le grité a la persona que me robaba mis ilusiones mientras cerraba los puños airadamente, recordando todo el esfuerzo que me había llevado crearlo: las noches en vela que me pasé escribiéndolo, los momentos que me había perdido de la vida de mi hijo, el duro trabajo investigando los detalles más insignificantes para hacerlo más real y, sobre todo, los sentimientos que había derramado en cada una de sus páginas, otorgándoles a esos personajes una parte de mi vida, de mi dolor, de mi alegría, de mis lágrimas y mis risas… Por eso el autor de esa historia tenía que ser yo. Pero eso era algo que no todos comprendían o, si lo hacían, no les importaba lo más mínimo.


—Un bonito sueño, pero ésta es la cruda realidad. Como le prometí a Pedro, voy a llevar este guion hasta lo más alto, pero tú tendrás que quedarte en el camino. ¡Y adivina qué! ¡Pedro ha accedido a ser el actor principal de la película!


El engaño de Felicitas, una persona en la que había confiado, me dolió.


Que me robara todo mi duro trabajo me hundió. Pero la traición del hombre que amaba, simplemente, me rompió el corazón.


—Él no puede haberme hecho eso… —susurré mientras las lágrimas que se derramaban por mi rostro me recordaban que, una vez más, ese hombre era el culpable de mi dolor.


—¡Por favor, querida! Parece como si no lo conocieras… Pedro Alfonso siempre antepone su papel de actor al de hombre —declaró Felicitas, llevándome a entender el error que había cometido al confiar en él. Y, mientras me tendía uno de sus caros pañuelos para que limpiara mis lágrimas, y que yo rechacé, insistió—: El hombre puede amarte locamente, pero el actor siempre amará mucho más la fama, la riqueza y el protagonismo de un papel principal en Hollywood. Y esa popularidad nunca podría obtenerla a partir de un guion que llevara tu nombre, lo entiendes, ¿verdad? —terminó ella antes de dejarme a solas en el baño con el dolor de unos sueños rotos que tal vez en esta ocasión no tendría fuerzas para volver a recomponer.


Deseando que Felicitas no tuviera razón acerca de Pedro, me limpié las lágrimas y me dirigí hacia la mesa donde él continuaba coqueteando con esa actriz, concediéndole el beneficio de la duda al rememorar las ocasiones en las que me había equivocado al juzgarlo en el pasado.


Al verme regresar, Pedro me recibió con una espléndida sonrisa y, emocionado, me preguntó:

—¿Te ha dado ya Felicitas la buena noticia de que tu guion será llevado al cine?


—Sí, lo ha hecho… ¿Y te ha comentado Felicitas a ti que mi guion no llevará mi nombre? —pregunté. Y cuando vi que mis palabras no provocaban la menor reacción de sorpresa o extrañeza en su rostro, intenté aguantar las lágrimas al saber que esa noticia no era nueva para él.


—Ella me comentó que llevaría tu guion a lo más alto. Teniendo en cuenta que eres una absoluta novata y desconocida en Hollywood, ya me imaginé que para hacerlo tendría que llevar a cabo alguna de sus artimañas. ¡Pero no te preocupes! Mi representante es muy eficiente: seguro que ha defendido concienzudamente la parte económica en tu nombre y todos los cambios que quieran introducir en tu guion se discutirán contigo, ya que, aunque nadie lo sepa, tú eres la autora y…


—¡Justamente ése es el problema, Pedro: que nadie sabrá que es mi trabajo, mi obra, mi guion, mi historia…! —dije sin importarme que las lágrimas se derramaran por mi rostro y que él viera el daño que me había hecho.


—Pero, cariño, de esta forma será más fácil para ti que tu película triunfe…


—¿Y de qué me sirve si nadie sabrá que es mía?


—Pero tu sueño…


—¡Mi sueño era ver mi película en la gran pantalla, que todos contemplaran mi historia, que comprendieran su mensaje, que me conocieran, que vieran que ésa era la parte de mí que yo quería mostrarles, y tú lo has destrozado!


—No digas eso, Paula. La historia llevará otro nombre, pero… —intentó Pedro para excusar su error, sin comprender todavía el daño que me había hecho.


—¡¡Es… mi… historia!! —le grité. Y, sacando una copia de mi guion, que siempre llevaba conmigo, golpeé su pecho con ella cuando intentó levantarse de su asiento para tratar de calmarme entre sus brazos, algo que ya no podría volver a hacer porque esos brazos pertenecían al hombre que me había traicionado—. Como veo que aún no te lo has leído, será mejor que empieces para que no te equivoques en tu solitario ascenso hacia la fama. Espero que, cuando llegues a la cima, no te arrepientas de todo lo que has dejado atrás… —le dije antes de abandonar mi último sueño roto entre sus manos, decidiendo que un hombre como él no se merecía una despedida o una nueva oportunidad para que volviera a romperme el corazón otra vez.




No hay comentarios:

Publicar un comentario