jueves, 31 de diciembre de 2020

CAPÍTULO 29

 



Paula había intentado por todos los medios alejarse de ese persistente actor para no volver a oír esas falsas palabras que podían llegar a sonar tan reales a sus oídos. Pero el destino parecía conspirar para volver a juntarlos, y aunque había podido huir de él al poner fin a esos ensayos a los que tanto Pedro como Gustavo le rogaban que regresara para ser la actriz principal, no podía huir de igual modo de los sueños de su madre, que, en ocasiones, la arrastraban a alguna que otra locura.


—Gracias, Paula, no sé lo que habría sido de mí o de mi emergente negocio si tú no me echaras una mano con él —agradeció Amalia mientras se sonaba estruendosamente la nariz a causa de su persistente catarro e intentaba arreglar uno de sus elegantes trajes para su hija, uno que a Paula no le habría importado llevar si no fuera por el pequeño detalle de que era de un color rosa chicle que, definitivamente, dañaría su vista y la de los demás—. Sólo tienes que acompañar a ese nuevo actor. Tiene un encanto natural que consigue conquistarlos a todos, así que tu única tarea será presentárselo a los organizadores del casting, destacando alguna de sus mejores cualidades y, luego, déjalo todo en sus manos. Seguro que se los mete en el bolsillo y consigue ese papel.


—No dudo de que ese tipo es capaz de convencer a cualquiera — coincidió Paula, sin poder evitar dejar entrever un tono cínico en sus palabras, un tono del que su madre no se percató mientras miraba una vez más la foto de Pedro Alfonso y esa falsa sonrisa.


Amalia había puesto en manos de Paula la foto de Pedro junto con ese encargo sin ser consciente de cuánto le dolería volver a estar cerca de él, cuando lo único que quería ella en esos momentos era alejarse del actor.


Pero Paula no podía negarse a hacerle ese favor a su madre y romper los sueños que ésta volvía a tener, y menos aún cuando en ocasiones se sentía culpable de que Amalia hubiera renunciado a muchos de sus sueños por ella. Si ella no hubiera nacido, sin duda Anabel habría tenido la oportunidad de brillar en la pantalla más que ninguna estrella de Hollywood, porque así era su madre: una mujer que nunca dejaba indiferente a nadie allá donde fuera. Por desgracia, pensaba Paula, su existencia había detenido sus pasos, y cuando Amalia había intentado volver ya era demasiado tarde para esa efímera estrella que había dejado pasar su oportunidad.


Ahora, con el sueño de llevar a otros al estrellato que ella misma no había podido alcanzar, había vuelto a brillar como antaño, y Paula no quería apagar ese resplandor, así que, tragándose su dolor y dejando a un lado sus sentimientos, guardó silencio sobre quién era ese hombre para ella.


—No te preocupes, mamá: sin duda sabré cómo presentarles a todos a ese maravilloso actor. Tú déjalo en mis manos —dijo intentando calmar a su madre a pesar de que ella misma no se sentía así en absoluto, porque cuando se encontrara de nuevo con Pedro, ninguno de los dos sabía lo que podía llegar a pasar fuera y dentro de escena, ya que ambos improvisaban al son que les marcaban sus inconstantes corazones.




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