Romeo no sabía qué pensar de su padre. Después de ver esas cartas a sus pies no lo había echado de su casa ni le había gritado que se fuera o ignorado lo que él quería mostrarle, sino que recogió las cartas con sumo cuidado, se sentó en el sofá y se puso a leerlas detenidamente.
Romeo se había mantenido lejos de ese desconocido, dispuesto a odiarlo tanto como hacía su madre cuando lo maldecía, pero no había podido evitar ir acercándose poco a poco al ver la triste sonrisa que aparecía en su rostro, en compañía de unas silenciosas lágrimas, a medida que leía y observaba las fotos que acompañaban a las cartas. Era una sonrisa llena de cariño, pero también contenía una enorme tristeza que impresionó a Romeo, como si de verdad sintiera no haber podido estar allí para disfrutar de esos momentos que alguien le había arrebatado.
Ahora que veía al hombre y no al actor que siempre aparecía en pantalla, el niño comenzó a comprender por qué su madre se había enamorado de ese hombre, y comenzó a dudar de que ella lo odiara tanto como en ocasiones gritaba.
—Gracias, Romeo. No había podido verlas hasta ahora —comentó Pedro con voz temblorosa tras terminar de observar las fotografías y leer cada una de esas cartas. Y, viendo ante él a un hombre perdido que no sabía lo que hacer para continuar su camino, Romeo simplemente abrazó a su padre, perdonándole que no hubiera estado con él—. No sabía que existías, te lo juro, no lo sabía…, no lo sabía… —continuó diciendo Pedro entre lágrimas mientras abrazaba a su hijo con fuerza, resistiéndose a separarse nuevamente de él ahora que sabía quién era.
—¿Quieres a mamá? —preguntó el niño, haciendo que su padre lo soltara al fin para fijar sus ojos en él y, sin falsedades ni ninguna de sus típicas actuaciones detrás de las que se ocultaba, confesó la verdad.
—Sí. Ella es la única mujer de la que me he enamorado, aunque amarla puede doler demasiado…
—¿Por qué? —inquirió Romeo, confuso, al ver que tanto él como su madre podían llegar a pensar lo mismo sobre el amor.
—Porque Paula siempre se aleja de mí muy rápido, demasiado como para que pueda retenerla a mi lado con unas simples palabras. Y ahora que sé por qué me odia, no tengo ninguna excusa para que me escuche y sepa la verdad de estas cartas.
—Nunca las recibiste, ¿verdad? —preguntó Romeo, comprendiendo las palabras de su abuela y entendiendo que había otros entrometiéndose en la relación de sus padres, poniendo trabas a su amor. Dispuesto a ayudarlos para que fueran felices y se dieran cuenta al fin de cuánto se amaban, anunció con decisión—: La excusa soy yo, papá.
Y, luego, cogiendo el teléfono que Pedro había dejado olvidado sobre la mesa de cristal junto al sofá, marcó el número de su madre.
—Hola, mamá, soy yo —manifestó en cuanto su madre contestó, mientras Pedro alzaba interrogativo una ceja.
—¡Romeo, ¿dónde estás?! ¡¿Por qué no has vuelto con la abuela si habías salido con ella?! —preguntó Paula alarmada.
—Mamá, ya sé que Pedro Alfonso es mi padre, y si no he vuelto con la abuela es porque mi padre me tiene retenido y no me deja marchar — anunció él convincentemente con un tono apenado para, a continuación, tapar el teléfono antes de cedérselo a su padre con la intención de que continuara con la actuación—. Si te cree un villano, démosle uno —indicó maliciosamente el niño, haciendo que Pedro interpretara el papel que esa mujer le había concedido.
—Si quieres volver a ver a Romeo, será mejor que vengas a mi casa, porque ahora que sé que es mi hijo no pienso desaprovechar ni un minuto apartado de él. Que tú estés presente en su vida de ahora en adelante depende enteramente de ti… —declaró Pedro antes de colgar y preguntarle a su hijo sobre su actuación—. ¿Qué tal he estado?
—Regular —contestó él moviendo una mano con un gesto que reforzaba su afirmación—. Yo le habría lanzado alguna amenaza más, pero creo que con eso bastará para atraer a mamá.
—Y cuando venga, ¿qué hago? —preguntó Pedro, aún confundido sobre cómo seguir ese improvisado guion.
—No la dejes marchar —repuso Romeo, dándole vía libre para perseguir a su madre y formar parte de su vida, como debería haber sido desde el principio.
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