Relegada a un rincón, observaba cómo ese hombre fallaba una y otra vez en su actuación. Como siempre, Pedro había vuelto a ser un actor terriblemente falso en las escenas románticas, con una única excepción: cuando sus ojos azules se fijaban en mí, yo era la única estúpida que llegaba a creer sus palabras. Sin haber tenido éxito al intentar aportar algo al guion de ese anuncio, y sintiéndome vigilada por la estricta mirada del director, que, en ocasiones, se volvía hacia mí sólo para ver si permanecía lo bastante apartada de él y del rodaje, me resigné a seguir apoyada en la pared, alejada de la acción.
Para mi desgracia, una bella actriz cuya fachada me recordó demasiado a la que Pedro lucía habitualmente, se colocó a mi lado empezando a mirar con deseo al hombre por el que mi estúpido corazón todavía palpitaba. Con ello, intentó dejarme claro que ansiaba a ese hombre mientras me trataba como si yo fuera su rival y no una simple espectadora que había tenido la desgracia de cruzarse en la vida del actor.
—Sabes que no eres la más adecuada para protagonizar ese cortometraje de Gustavo Johnson ni tampoco para ese actor, ¿verdad? —me dijo con desdén mientras sus ojos me recorrían con desprecio—. Con tu físico y tu cara nunca llegarás a ser una actriz, sólo alguien que se quedará siempre fuera de escena —continuó mientras señalaba el lugar al que había sido relegada.
—Yo no quiero ser actriz —le comuniqué, enfrentándome a la mirada que me despreciaba sin razón.
—Entonces ¿qué es lo que pretendías permaneciendo en esa película, interpretando una y otra vez junto a Pedro y cruzándote en su camino a cada instante? —me recriminó, sin ningún derecho a ello ni a que le diera una respuesta.
Pero, mientras admiraba de lejos a ese hombre y recordaba todo lo que habíamos pasado, fui sincera, abrí mi corazón y confesé la verdad, tal vez a la persona equivocada.
—Interpretar a una mujer enamorada.
Ella se rio de mí con unas estruendosas carcajadas para luego recordarme lo estúpida e ilusa que era cada vez que estaba junto a ese hombre.
—¡Por favor! Ese maravilloso hombre nunca se enamoraría de una mujer como tú, nunca te habría mirado a ti entre las innumerables bellezas que lo rodean si no fuera porque su amigo te señaló como la actriz para su cortometraje y, ni mucho menos, te elegiría para permanecer a su lado — manifestó cruelmente, hundiéndome cada vez más con unas palabras que yo sabía que eran ciertas.
Pero, como si Pedro quisiera contradecirla, en ese momento lo oí decir en voz alta:
—¡La elijo a ella!
Cuando alcé los ojos, vi que la actriz principal del anuncio estaba siendo atendida mientras la retiraban de escena a causa de un estúpido accidente producido por un inoportuno resbalón sobre el suelo mojado. Y observé cómo todas las personas que nos rodeaban contemplaban asombrados el dedo con el que Pedro me señalaba a mí. Al contrario de lo que todos esperaban, en vez de escoger a la perfecta actriz para acompañarlo en esa escena, me había elegido a mí, borrando de golpe la satisfecha sonrisa de esa envidiosa mujer que tenía a mi lado y cuyas palabras ahora no podían dañarme.
—¿Decías? —le pregunté irónicamente, recuperando la confianza que me daban las palabras de Pedro para enfrentarme a todo, algo a lo que ella y su abierta boca no contestaron—. Si me perdonas, tengo que hacer mi trabajo y asegurarme de que ese anuncio acabe rodándose de una vez.
—¡Pero acabas de decirme que tú no quieres ser actriz! —me recriminó la vanidosa mujer, mientras sonreía falsamente, esperando que yo rechazara salir a escena.
—Cierto, pero cuando estoy junto a Pedro puedo actuar a la perfección porque, gracias a sus palabras, me convierto en una mujer enamorada — repliqué antes de correr una vez más hacia Pedro y las aduladoras palabras que siempre me dedicaba delante de la cámara.
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