jueves, 31 de diciembre de 2020

CAPÍTULO 50

 


—¡Jodido pelirrojo! ¿Podrías dejar de mandarme flores? Mi agente comienza a pensar que tengo una aventura contigo o algo parecido… ¡Y como vuelvas a reunir a la prensa para decir que quieres que vuelva contigo, voy a empezar a mandarle cartas románticas a Samantha! —le dije al pesado de Gustavo cuando me llamó por teléfono una vez más, a las cinco de la mañana.


—Las mujeres de otro no se tocan, especialmente la mía, PedroBastante tengo ya con que coleccione fotos tuyas firmadas como para que, encima, comiences a mandarle cartas: seguro que instalaría un altar en casa donde colocarlas…


—¡Bah! Seguro que también tiene fotos tuyas guardadas.


—Sí, pero sólo le firmo las de mi trasero, y ésas se niega a guardarlas. Cambiando de tema, ¿cuándo vas a firmar el contrato para esa película que te hará enormemente rico y famoso y a mí tremendamente feliz?


—Gustavo, cada vez que recuerdo lo que era grabar una película contigo me echo a temblar. Por nada del mundo quiero repetir esa experiencia —le dije intentando esquivar la verdadera razón de mi rechazo. Pero Gustavo me conocía demasiado bien como para dejarlo pasar.


—Vale, y ahora, para variar, prueba a decirme la verdad —insistió el molesto pelirrojo. Y, sabiendo que nunca desistiría de su empeño, le confesé lo mucho que aún me dolía el recuerdo de Paula.


—Gustavo, ¿qué quieres que te diga? Tú y yo sabemos que has escrito tus novelas de «Redes de amor» basándote en mí para crear al protagonista, y si me duele cada vez que me meto en la piel de otro para representar el estúpido papel de enamorado ante la pantalla, imagínate cuánto lo hará interpretar mi propia historia de amor, sobre todo teniendo en cuenta que ésta no tuvo un final feliz.


—Justamente porque sé lo que duele lo tengo todo preparado y estoy buscando a la actriz perfecta para ti. He convencido a todos de que realicen unos castings en Londres y de que llamen a todas las agencias de allí para participar.


—¡Por Dios, Gustavo! No pretenderás que me vuelva a encontrar con ella, ¿no? ¡Joder! ¡Seguramente estará felizmente casada y viviendo en una preciosa casita con cinco hijos adorables y un encantador marido…, o tal vez haya triunfado como guionista y se encuentre en algún lejano lugar disfrutando de su fama! —le dije intentando calmar mi acelerado corazón, que empezaba a latir de nuevo, esperanzado con la idea de encontrarla.


—Por lo que he podido averiguar, la agencia de su madre sigue en funcionamiento y Paula trabaja para ella.


—¡Ah! ¿Y ella está casada, divorciada, tiene hijos…? —pregunté mordiendo el anzuelo cada vez más interesado, a mi pesar.


—Si quieres saber más de ella sólo tienes que apuntarte para ayudarnos con la selección en las audiciones. Aunque, claro, para eso tendrás que ser el actor principal…


—¡Qué cabrón eres, Gustavo! —exclamé consciente de que era una trampa para que yo aceptara ser parte del elenco de su película. Pero, como mi amigo estaba haciendo lo que yo cobardemente nunca me había atrevido a hacer, permití que me manipulara a su antojo—. Tú ganas, Gustavo: acepto tu proposición —dije refiriéndome a su maldita película. Pero mi agente, Felicitas Wright, que en esos momentos venía a mi encuentro para comentarme algo, me oyó y probablemente pensó que me refería a otra cosa porque, sin soltar prenda, se dio media vuelta para concederme un poco de intimidad con ese maldito pelirrojo.


—Entonces prepárate bien, porque no dudo de que os vais a volver a encontrar. Y, cuando lo hagáis, definitivamente saltarán chispas entre vosotros.





No hay comentarios:

Publicar un comentario