Tras repetir de nuevo sus líneas tan dramáticamente como haría cualquier buen actor, consiguiendo incluso que alguno de los presentes derramara una lágrima, Pedro suponía que el papel era suyo. Pero cuando alzó la vista volvió a ver a un exigente pelirrojo que, de nuevo, negaba con la cabeza ante su actuación.
—Si eso es todo lo que tienes que mostrarme, Pedro, ya te llamaré un día de éstos…, pero para tomar unas cervezas, porque es evidente que no estás hecho para interpretar al protagonista de mi historia —declaró Gustavo. Y, ante el asombro de todos los demás jueces, que lo habían seleccionado para el papel, le arrancó el guion de entre las manos y le señaló la salida—. No me estás mostrando nada que no haya visto antes de que fuera tu turno, ni nada que no vaya a ver repetidamente después de que salgas por esa puerta.
A pesar de la provocación de su amigo, Pedro siguió mordiéndose la lengua sin abandonar su papel de hombre perfecto y se dirigió hacia la salida que Gustavo le había indicado, hasta que sus siguientes palabras recordándole su historia lo llevaron a rememorar al patético hombre que no quería volver a ser por culpa del amor.
—En esta escena la pareja se separa. Él espera hasta el último minuto en el aeropuerto por ella y muestra sus esperanzas y sus miedos y, finalmente, su dolor porque su amada no lo haya seguido y porque su amor ni siquiera se merezca unas últimas palabras de despedida. Esta escena la escribí teniendo a alguien en mente, y quiero que todos vean al desesperado individuo en el que puede convertirse cualquier hombre cuando las cosas no salen como en las películas y el amor falla.
Pedro se detuvo en seco, recordando cómo esa escena que su amigo había descrito era muy parecida a la que él mismo vivió en una ocasión en su vida. Sin dudar ni por un segundo que él era el protagonista de la misma, se volvió furioso hacia Gustavo y, sorprendiéndolos a todos, dejó de ocultarse.
—¡Serás cabrón! —exclamó antes de arrebatarle el guion y volver a rememorar ese doloroso momento que siempre había querido olvidar.
Delante de todos dejó de actuar y simplemente se convirtió en ese patético hombre que antes de que saliera su vuelo mantuvo la esperanza.
Luego, a medida que los minutos iban pasando y ella no llegaba, tuvo dudas, miedo y una creciente desesperación hasta que, cuando el tiempo se acabó, únicamente le quedó un corazón roto que lo acompañaría para siempre.
Cuando Pedro acabó su escena y soltó el guion, no eran los otros quienes lloraban, sino él mismo, con unas lágrimas que se habían deslizado lentamente por su rostro sin que apenas se percatara de ello.
El director, los productores y los guionistas lo miraban asombrados, mientras Gustavo mostraba una sonrisa satisfecha antes de anunciar delante de todos:
—Ahora nadie podrá decir que en esta selección ha habido algún tipo de favoritismo hacia ti porque, definitivamente, el papel es tuyo.
—Gracias, Gustavo, pero no lo quiero… —repuso Pedro. Y, furioso con su amigo por haberle hecho recordar su dolor para su propio beneficio, le arrojó el guion a la cara mientras salía por la puerta intentando recomponerse y volver a ser el perfecto galán de hermosa sonrisa, aunque ésta en momentos como ése pudiera fallarle.
—No os preocupéis: yo haré que vuelva —aseguró Gustavo al resto de los jueces del casting, que, después de haber sido testigos de la magistral actuación de Pedro, se habían dado cuenta de que habían encontrado al protagonista de la historia y no querían a un actor que lo interpretase falsamente, sino al de verdad.
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