Pedro estaba molesto y furioso con todos, y, aun así, exhibiendo su encantadora sonrisa, no dejaba traslucir cuáles eran sus verdaderos sentimientos. Debería estar feliz, ya que había sido seleccionado como actor para la filmación de un anuncio, a pesar de la pésima presentación de su representante. También había conseguido más tiempo para ese proyecto de la universidad en el que la actriz principal aún huía de escena, e incluso había recibido una recomendación de una alternativa como actriz principal para el corto de Gustavo por parte de sus profesores por si Paula le seguía fallando, una actriz que estaría más que encantada de actuar junto a él.
Pero, a pesar de que debería haberse sentido contento, ninguna de esas noticias lo complacía, un hecho del que sólo se percataba Gustavo, ese molesto pelirrojo que seguía insistiendo en que tenía que actuar con Paula delante de su cámara a pesar de que el tiempo se les echaba encima, algo que no podía hacer si ella no se presentaba a los ensayos.
—Tenemos que elegir otra actriz —dijo Pedro, más que decidido, cuando llegó junto a su amigo, colocando delante de Gustavo los currículos de varias chicas que querían trabajar con ellos para que escogiera una. Una elección que el irracional pelirrojo hizo de una forma bastante grosera cuando, levantándose de la silla de director, marchó hacia la papelera para descartar a todas las aspirantes mientras hacía sus hoscos comentarios:
—Demasiado rubia, demasiado alta, demasiado baja, demasiado boba, demasiado atractiva… Ya está, no hay ninguna que me sirva. ¿Cuándo me vas a traer a Paula? —preguntó a continuación, empecinado en la única chica que Pedro no podía conquistar o atraer hacia la cámara.
—¿Es que no lo entiendes, Gustavo? A ella no puedo conseguirla — contestó frustrado mientras mesaba con nerviosismo sus cabellos.
—No, Pedro, el que no lo comprende eres tú: únicamente con esa chica mi cámara captará algo digno de admirar, algo que parece tan real que se sale de escena. Sin Paula, simplemente grabaré a dos actores que se han aprendido convenientemente su guion como dos buenos papagayos.
—¿Eso es lo que pretendemos, Gustavo? ¿Grabar una historia irreal con su final feliz? ¿Un sueño? ¿Una fantasía en la que, a pesar de las adversidades, todo sale bien? ¡En la vida real eso no es así! —gritó Pedro, furioso con su empecinado amigo y la cruda realidad que siempre lo golpeaba cuando intentaba perseguir a esa chica.
—Tal vez porque el actor principal es un cobarde y no persigue el amor con las palabras correctas y, si lo hace, nunca las pronuncia con la suficiente fuerza como para que parezcan de verdad. Es mucho más fácil elegir a otra actriz para esa escena que arriesgar el corazón, ¿verdad, Pedro? — preguntó irónicamente Gustavo, clavando sus acusadores ojos en los de su amigo.
—Si ella no cree en ninguna de mis palabras, sí —confesó él, a pesar de que su corazón se encogiera dentro de su pecho diciéndole que no era lo correcto.
—Entonces, elígela tú —sentenció su amigo cogiendo los currículos de la papelera. Y, tras entregárselos, le advirtió antes de marcharse—: A partir de ahora nada de lo que capte la cámara me interesará demasiado, porque ese guion que he ido rehaciendo día tras día ha sido escrito para la única mujer que es capaz de hacerte brillar en las escenas de amor, no para una sustituta ante la que nunca sentirás nada. No obstante, como soy el director, terminaré este trabajo de la manera más profesional posible. Pero como también soy un buen amigo, espero que al finalizar esta película no te arrepientas de ninguna de sus escenas, pues éstas pueden hacer daño tanto a quienes las representan delante de la cámara como a quienes las contemplen desde fuera. Todos sabrán, en cuanto vean nuestro corto, que los protagonistas no son los correctos de acuerdo con el guion previsto, sino unos meros sustitutos que no pueden llegar a convencer de lo que debería ser una gran historia de amor.
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