jueves, 31 de diciembre de 2020

CAPÍTULO 17

 


La fiesta a la que me habían invitado parecía estar pensada para distraer a los invitados con el lujo y hacerlos soñar lo suficiente para evitar que hicieran preguntas. Un mayordomo me abrió la puerta para solicitar cortésmente mi abrigo mientras me dirigía al amplio salón, donde un enorme sofá redondo ocupaba la mayor parte de la estancia. Al fondo, una elegante barra disponía de un barman que servía las bebidas, y de la cocina salían constantemente camareros con sabrosos aperitivos elaborados por un prestigioso chef. La música estaba a un volumen suficiente para entretener a los asistentes sin impedir que pudieran mantener conversaciones privadas entre ellos.


Los actores que paseaban por el lugar eran en su mayoría novatos a los que la hábil directora de esa agencia de talentos estaba conquistando al tratarlos como estrellas, sin embargo, a mí no me importaba cómo me trataran o lo mucho que me halagaran: yo sólo quería resultados que me llevaran lo más alto posible en mi carrera, y si esa empresa únicamente me ofrecía sueños, no sería para mí.


Ya estaba resuelto a marcharme tras echar un vistazo a ese falso ambiente cuando mis ojos se fijaron en una hermosa morena que intentaba ocultarse tímidamente de todos mientras trataba de alargar su vestido tirando del bajo nerviosamente, consiguiendo con ello que toda la atención se centrara en el cada vez más escandaloso escote que estaba generando inadvertidamente en la parte superior, por lo que decidí darle una oportunidad.


Paula creyó erróneamente que no la había reconocido con ese aspecto.


Pensó que un hombre como yo sólo se fijaba en la apariencia superficial y que nunca la vería a ella cuando, como ahora, se quitaba su disfraz. Pero yo no era así en absoluto, y la reconocí por esos pequeños gestos que solía mostrar ante todos, como la forma en la que se mordía el labio inferior cuando estaba nerviosa, el intranquilo repiqueteo de uno de sus pies en el suelo cuando se impacientaba o la desafiante mirada de esos hermosos ojos verdes, que siempre estaba allí para mí, retándome a ser algo más que un actor.


Cuando se presentó ante mí una mujer, que deduje que era la madre de Paula, alabando mi ego y contándome lo grandiosas que eran tanto ella como su empresa, fingió olvidarse de presentarme a Paula, por lo que supuse que ésta querría jugar conmigo, así que simulé que no me había percatado de que quien estaba frente a mí era ella mientras, siendo malvado, devoraba su cuerpo con una ávida mirada.


En el instante en que nos quedamos a solas y yo me interesé por ella, Paula se presentó como Josephine March, una de las protagonistas de Mujercitas. En ese momento me sentí tentado de responderle que mi nombre era Pocahontas, pero finalmente decidí no hacerlo para continuar con la farsa.


—Soy Pedro Alfonso —repuse, presentándome esta vez sin recordarle mis logros o las cualidades que todos alababan en mí, ya que, para mi desgracia, ella me conocía demasiado bien y sólo recordaría las malas.


A continuación, cogiendo una de las copas que un camarero nos brindaba, le ofrecí una a la vez que yo comenzaba a disfrutar de otra mientras veía cómo de mala podía ser Paula en su actuación cuando pretendía imitar a una de esas bobas chicas que me seguían a todas partes, pensando que ése era el tipo de mujer que a mí me interesaba, cuando la que yo deseaba estaba frente a mí, escondiéndose de nuevo sólo para no arriesgarse a poner su corazón en peligro al enamorarse de un actor.



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