jueves, 31 de diciembre de 2020

CAPÍTULO 14

 


Ese día llegué decidido a enseñarle a esa chica lo buen actor que podía ser.


Tras recibir la llamada de Gustavo confirmándome que Paula había aceptado ser la actriz principal, ensayé durante horas la forma de seducirla con mi actuación, mis halagos y mis dulces palabras para lograr que se enamorara tan perdidamente de mí que finalmente se tragara esas terribles críticas que ella mantenía hacia mi interpretación.


Pero todas mis ensayadas palabras murieron en mis labios en cuanto la vi entrar por la puerta, momento en que lo único que pude hacer fue reírme mientras la señalaba. Su pelo estaba cardado hasta el flequillo, un singular peinado con el que parecía que acababa de meter los dedos en un enchufe.


Y, mientras la parte superior de su pelo hacía que pareciera una loca, la parte de abajo se dividía en dos largas marañas de cabellos negros un poco más lisos que provocaban que la única imagen que acudiera a mi mente al mirarla fuese la de un caniche.


—No me digas que los de maquillaje han vuelto a practicar contigo — me burlé en cuanto pude dejar de reírme mientras me llevaba las manos al estómago, que me dolía de la risa.


—No, en esta ocasión ha sido un peluquero que estaba inspirado — respondió Paula irritada, dejando bruscamente su bolso en el suelo.


En el instante en el que volví a reírme porque no podía aguantar más, ella me fulminó con la mirada, y, sonriéndome perversamente, se puso delante de mí en su marca ante la cámara y acabó con toda mi diversión cuando me retó desafiante:

—Veamos lo que eres capaz de hacer para convencerme de que estás enamorado de mí.


—Lo has hecho aposta, ¿verdad? —le pregunté un tanto enfadado y ya sin ganas de reír, señalando su estrambótico peinado mientras me acercaba a ella y la observaba lo bastante como para ponerla nerviosa.


Mis ojos, acostumbrados a mirar a hermosas y vanidosas mujeres que en ocasiones ocultaban su propia belleza tras una falsa y atrayente apariencia, por primera vez observaron más allá y se fijaron en el leve rubor de sus mejillas, que la llevaba a parecer más inocente, o en la sinceridad de sus desafiantes ojos, que me retaban a enamorarla. Quitándole lentamente las gruesas gafas detrás de las que aún se ocultaba vi, a pesar de su desastroso peinado, a una hermosa mujer. Y lo que más me agradó de ella es que era de verdad.


—Me gustas —confesé con sinceridad, pero tal vez porque nos encontrábamos delante de la cámara ella no me creyó.


—No me convence, tendrás que hacerlo mejor si quieres llegar a enamorarme —declaró Paula, nerviosa por mi cercanía, mientras comenzaba a alejarse de mí, intentando aparentar que no la había alterado.


Entonces me arrebató las gafas y volvió a intentar ocultarse, pero ya era demasiado tarde, porque yo ya había visto lo hermosa que podía ser, si bien tal vez no a ojos de otros, sí a los míos.


—Quiero que te enamores de mí —le dije acercándome peligrosamente a ella mientras la acorralaba contra la pared, sabiendo que cada palabra que salía de mi boca era cierta y que el que se encontraba en esos momentos delante de la cámara no era el actor, sino el hombre egoísta que quería su amor sin saber por qué, pero que, sin embargo, no estaba dispuesto a dar nada a cambio.


—Sigues siendo un actor bastante malo en las escenas de amor… — replicó Paula burlándose despiadadamente de mí, haciendo que sus palabras me enfurecieran tanto como para llevarme a acercarme a ella hasta que nuestros labios casi se rozaran. Y, cuando estuve tan cerca, me perdí en sus profundos ojos verdes, que veían más allá del actor, y quise ese beso que, tal vez, para nosotros no sería una mentira.


—¡Corten! —gritó Gustavo justo entonces, sólo para tocarme las narices cuando estaba tan cerca de conseguir la rendición de esa mujer.


Y, antes de que Paula me despreciara de nuevo con sus palabras, fui yo el que se burló de ella y de lo que, por unos instantes, había sentido mi corazón.


—¡Vaya! Pues juraría que te habías creído mis palabras por unos segundos —declaré burlonamente, alejándome de su sonrojado rostro y su acelerado corazón mientras simulaba que el mío no estaba igual de alterado que el suyo—. Gustavo, así no hay manera de actuar —me quejé infantilmente, actuando de nuevo frente a todos con un aire despreocupado ante el que el cabrón de mi amigo se limitó a sonreír perversamente, porque en esta ocasión le había mostrado a su cámara más de lo que yo quería enseñar. Y él lo sabía.


—Ahí tienes a tu compañera de rodaje, de la que no me voy a desprender, pues gracias a ella estoy viendo una actuación por tu parte de la que nunca había sido testigo. Así que comencemos desde el principio. ¡Y esta vez quiero que ella sienta tus sentimientos! —ordenó Gustavo sin darme la oportunidad de escapar de lo que comenzaba a sentir por esa chica.


Ante eso yo, como de costumbre, me puse la máscara risueña que siempre utilizaba ante todos y ella se puso la suya, con la que se negaba a creer en el amor. Y de este modo nos colocamos frente a frente, intentando expresar un falso «te quiero» que ocultara lo que pudiéramos comenzar a sentir en realidad.


Gustavo negó con la cabeza mirándonos a ambos, pero siguió apuntándonos con su cámara mientras gritaba para llamar nuestra atención:

—¡Luces, cámara… y acción!


Esas palabras nos dieron la señal para que comenzáramos a interpretar nuestros diferentes papeles, pero en realidad los dos, que queríamos ocultarnos de todo, nunca dejábamos de lado nuestras respectivas actuaciones, y por ese motivo fuimos tan malos actores delante de la cámara como lo éramos en la vida, ya que ninguno creía al otro. Esos «te quiero», que estaban muy lejos de formar parte de nuestra vida, sonaron tan falsos que, por más horas que ensayáramos o por más formas diferentes en que los dijéramos, siempre resultaban tan engañosos como nosotros mismos.


Mientras mis ojos, que no la seguían delante de la cámara pero sí la buscaban detrás de ella, observaban esa sonrisa suya que nunca me dirigía a mí pero sí a Gustavo, me pregunté si esa falsa escena se haría realidad entre nosotros en alguna ocasión.




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